sábado, octubre 31, 2009

El pez araña, la memoria del dolor o la letra con sangre entra...


A finales de agosto estábamos disfrutando de nuestro último día de playa dándonos un chapuzón en la costa mediterránea cuando de pronto Marta, mi novia, notó una fuerte punzada en el pie. Como si se hubiera clavado algo. Salimos a la posta sanitaria y, efectivamente, había pisado "un pez araña" y le había inoculado su veneno. Yo he vivido esa experiencia. Es un dolor muy desagradable. Una sensación de quemazón muy intensa. El dolor puede perdurar un mes, con menor intensidad, pero con un malestar considerable. Es una experiencia no recomendable.

Cuando llegamos a casa Marta se puso a buscar en internet la "cara" del culpable de su dolor. Y lo encontró fácilmente y creyó recordar haberlo visto justo después del pinchazo. Tuvo sensación dolorosa de más o menos 40 días de evolución. Notaba molestias en la zona de la picadura tiempo después pero solo haciendo determinados gestos con los dedos.

Hoy, mucho tiempo después, hemos visto una imagen en televisión de un pez sumamente parecido al culpable de esta entrada. Esto ha provocado que, por unos segundos, Marta tuviera una sensación desagradable en la zona donde tuvo la picadura. Apenas ha sido nada, pero era sumamente parecida, según me contaba, a lo que notaba tiempo después en gestos concretos.

Es muy interesante este comportamiento. Creo que elaboramos un historial de sucesos dañinos para intentar prevenirlos en el futuro. Si reconocemos al pez araña y recordamos lo desagradable que es un encuentro fortuito con él, podemos evitar que la historia se repita. Mi cerebro me ayuda a que sobreviva. El problema viene cuando mi cerebro, ávido por ayudar, me avisa de un posible peligro (amenaza potencial) frente a un pez payaso (Nemo). Si la asociación en mi red neuronal concluye activando el programa de alerta nociceptiva frente a un estímulo no peligroso, mi cerebro no me ayuda.

El hecho de que Marta note picor o escozor en un área de su cuerpo no sometida a ningún daño por el mero hecho de observar una imagen en un televisor es bastante significativo. Nuestro cerebro es capaz de sensibilizar una determinada zona por una imagen que evoca un recuerdo. Un recuerdo, un recuerdo doloroso. Un estímulo inocuo que genera dolor. Un pensamiento peligroso. Tenemos una memoria nociceptiva creada en base a recuerdos propios(experiencias vividas), ajenos (experiencias aprendidas) e intuiciones (experiencias supuestas). Lo que supone una ventaja es a su vez un inconveniente. Lo que nos protege anticipándonos a un peligro nos lleva a experimentar dolor, en muchas ocasiones, innecesario. ¿Era la imagen de la televisión dañina para Marta?

Si a esto le sumamos lo fácil que es que confundamos dolor con daño... ¿somos el pez araña que se muerde la cola?

5 comentarios:

Blogger Arturo Goicoechea ha dicho...

La memoria de dolor es una memoria emocional somática, referida nada menos que a la muerte celular violenta (necrosis). Por ello se regenera y reedita con suma facilidad.

Cada episodio necrótico puede convertirse en un contenido de memoria equivalente como suceso a un episodio emocional traumático del individuo, difícil de apagar (estrés postraumático).

Es fundamental que los profesionales no contribuyamos a mantener vivas las brasas añadiendo leña de cuando en cuando...

Saludos

P.D. ¿Te han llegado los "cuadernos y jaqueca?

8:39 a. m.  
Blogger villovi ha dicho...

Cierto. Parece que a veces el remedio es peor que la enfermedad, y nuestro sistema sanitario se obceca en crear enfermos. Es más rentable que educar en salud mantener a la gente en una especie de estado de vigilia permanente de la enfermedad. Asunto complicado.

Sí me llegaron y así te lo hice saber en un comentario en tu blog. De hecho te dije que estaba disfrutando mucho de su lectura y me hiciste el comentario de "pequeñas cápsulas...".

Muchas gracias de nuevo y como te dije, espero algún día poder devolverte el regalo.

Un saludo.

9:49 a. m.  
Blogger todopsicologia ha dicho...

Interesantísima la entrada, te felicito.
No te digo nada del dolor que siento, cuando alguien menta un colico nefrítico. Tuve uno hace años. Hasta ese momento mis riñones eran entes abstractos. Ahora me duele cuando alguien lo menciona o lo veo.
Y esto es crítico manejarlo y saberlo. Si yo no conectara una experiencia (que me hablen del cólico) con la otra experiencia (el dolor) seguro que me tomaba una buscapina o acudía al médico.
Y aquí empezarían los problemas.
Esta cuestión es extrapolable a casi todos los temas de salud mental, y los problemas de no establecer esta conexión entre una experiencia y la otra, sumado a la cultura que menciona Arturo, redunda en pésimas decisiones.
Voy a incluir un link, si no te importa hasta tu blog. A muchos les sorprendrá encontra un link en un blog sobre psicología, hacia el de un fisioterapeuta, pero chico, es que hablas de lo mismo.
Un saludo.

12:52 p. m.  
Blogger Arturo Goicoechea ha dicho...

Ahora que lo dices, tienes razón: hiciste el comentario sobre los esquemas... ¡Ay la memoria...!

Jesús, el llegar por distintos caminos al mismo destino, la convergencia, es buena señal...

3:02 p. m.  
Blogger villovi ha dicho...

Jesús: Muy interesante el comentario. Todo un honor para mi el gesto del link. Muchas gracias.

Arturo: al final deberíamos converger todos en mayor o menor medida, ¿no?. En teoría hablamos de lo mismo: ¿salud?

Un salud...O

6:18 p. m.  

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