miércoles, febrero 01, 2012

Reflexión introspectiva imaginativa


Tenemos una costumbre muy española que consiste en opinar de absolutamente todo como si fueramos entendidos en la materia. Todo el mundo sabe dirigir un equipo de fútbol. Cualquiera podría ser el entrenador del Madrid, el Barcelona o la selección española. Todo el mundo sabe cómo solucionar esto de la crisis porque todos tenemos conocimientos avanzados en economía y en política. Qué fácil el liderar un país...

Y resulta que cuando saltas al ruedo y te plantas frente al toro, lo de torear “acongoja” al más pintado. El proceso de aprendizaje conlleva una interiorización de la información recibida hasta hacerla propia. Es una transición compleja porque requiere “traicionar” a la objetividad durante un periodo de tiempo. Una vez hemos experimentado lo suficiente como para asumirlo, entonces podemos volvernos menos “dogmáticos” y más objetivos y flexibles a la hora de proceder.

Es frecuente que tras realizar una formación X “coincida” que vemos muchos más pacientes con esa presentación clínica. De hecho incluso más de los que realmente se nos presentan. Por una parte porque somos capaces de identificar algo que antes posiblemente ni siquiera supiéramos que existía. Por otra porque necesitamos poner a prueba nuestros nuevos conocimientos y tenemos la necesidad de encontrar lo que buscamos. Shaclock avisa sobre este fenómeno relacionado con la neurodinñámica. Después de realizar su curso los alumnos tienden a diagnosticar mucha más patología neural de la que realmente encuentran.

Ya he comentado en alguna entrada que porto la etiqueta de “enfermo de Chron”. Hace mucho tiempo leí a Arturo citar la colitis ulcerosa como un posible error evaluativo. Y hace ya tiempo que le doy “vueltas” al asunto. “El daño tisular” consiste en un proceso imaginativo que nosotros como pacientes construimos en base a nuestros conocimientos, sean más o menos exactos. La opinión de los “expertos” modelan y condicionan nuestra visión y nos conducen a la hora de hipotetizar por qué experimentamos dolor. Los que trabajamos en el ámbito sanitario estamos muy acostumbrados a escuchar a los pacientes hablar de “nudos”, “tendones montados” y “pinzamientos”, verdades operativas todas ellas completamente válidas para un desconocedor de la materia como puede serlo cualquier paciente. Si usted es un paciente que frecuenta la consulta de un quiropráctico asociará cualquier dolor a una subluxación vertebral que oprime el riego nervioso de la médula espinal al área que duele.

Por tanto, nosotros nos montamos nuestra película en base a la información que percibimos. “Si me duele X debe ser porque algo en X no funciona correctamente”. La pruebas complementarias tratan de confirmar dicho planteamiento. Realizamos radiografías, resonancias, ecografías, electromiografías...

- “La resonancia muestra una clara protusión discal L4-L5 compatible con su dolor actual”
“Es que la resonancia que esta mirando es de 2007. Entonces no tenía dolor”
“...”

Pues bien, a la hora de “racionalizar” y dar explicación a la experiencia dolorosa, nos surtimos de hipótesis plausibles para nosotros. Cuando he tenido un episodio de “dolor abdominal” agudo, un “brote”, han intentado asociarlo a cosas como el estrés, la mala alimentación... condiciones que sí, pueden ser un factor contribuyente, inclusive un factor desencadenante en algún momento puntual que soy capaz de recordar, pero no siempre hay una asociación directa. Puedo desmontarme a mi mismo muchas de esas hipótesis que me plantearon en su momento, porque he tenido situaciones de mucho estrés y mucha ansiedad en lo que he estado perfectamente y otros en lo que no ha habido ninguna circunstancia que altere mi estado de “armonía mental” en los que el dolor ha sido insufrible.

Y he observado un patrón que se repite en más de una ocasión. Discutir. Es “mi viento sur”. Algo que suele producirme fuertes dolores abdominales. Indistintamente de si es una gran o pequeña discusión. El resultado es siempre similar: “mi estomago se queja”. Hipótesis personal: error evaluativo. Es posible que el estado de mis tripas actualmente no difiera en exceso del que se vio hace ahora tres años, fecha en la cual me realizaron el último estudio de las mismas. En menos de un mes repetirán las pruebas y podremos valorar el tejido en busca de alteraciones morfológicas compatibles con los síntomas actuales.

Aun así, como padeciente, cada vez observo más claramente patrones relacionados con la hipótesis del error evaluativo como desencadenante del programa dolor, agravado después por mi propio componente cultural basado en mi experiencia. Y es cuando el dolor aprieta cuando intentas acceder a ese área de conocimiento que tú explicas diariamente a los pacientes en consulta. Y es entonces cuando entiendes lo difícil que es la dicotomía cerebro-yo, porque no acabas de entender bien por qué pese a que entiendes la hipótesis, a que crees en el planteamiento de un cerebro temeroso que activa el programa dolor de manera “incorrecta”, no eres capaz de obtener una modulación de la respuesta dolorosa. Porque esperas poder dominar esa parte no consciente del cerebro argumentando sesudamente y en el acto. Y te obcecas.

En el inicio de lo que podríamos considerar un nuevo “brote”, que suele transcurrir a lo largo de una semana más menos de evolución, el primer día que intenté abordarme a mi mismo con este enfoque, no conseguí apenas respuesta, pero el segundo día mi actividad fue practicamente la de cualquier día normal y el tercero fue como cualquier otro, sin cambios en mi dieta, sin cuidados especiales. ¿Por qué debería hacerlos?

Seguiremos investigando y actualizaré mi planteamiento cuando tenga resultados.

1 comentarios:

Blogger Cristina ha dicho...

Villovi, qué razón tienes, me ha encantado lo que has escrito, una amiga me ha enviado esta mañana un link a tu entrada, y lo primero que he pensado al leerlo ha sido, no me va a dar el día para tanta “buena” información que encuentro últimamente… ;-) Todo lo que yo te podría contar como padeciente de dolor crónico, primero, “anécdotas” (que en su momento yo vivía como auténticos relatos de terror que me afectaban muchísimo) de los innumerables "diagnósticos" que me han hecho en estos últimos cuatro años las personas de mi entorno cercano y las del no tan cercano... todo el mundo opina, todo el mundo cree saber... y lo que no saben es el daño que nos pueden hacer con toda esa información errónea y alarmista... Un compañero de trabajo me llegó a decir que "lo mío" tenía toda la pinta de ser "estenosis del canal raquídeo", que era lo que tenía "su madre"... Y yo, ya bastante “informada” (aunque también erróneamente por aquella época), contesté: no, mi canal está conservado, lo he leído en el informe de la resonancia… pero me quedaba hecha polvo con eso del “y si fuera verdad lo que me ha dicho…”. Cuando el esquema corporal está tan distorsionado como lo ha estado (y sigue estándolo) el mío, y el cerebro tan alarmado de forma irracional, todo lo que escuchamos se vuelve relevante, aunque sea tan inofensivo como un triste guisante…

De todo lo que dices, eso de saber lo que está ocurriendo, la disfunción evaluativa neuronal, y no ser capaces de darle la vuelta, creo que es lo habitual en el proceso, a mí me costó muchísimo, el momento ¡Ahá! fue casi instantáneo, pero lo de introducir racionalidad en la red neuronal fue otro cantar, también te podría contar mil cosas… porque me enrollo con mucha facilidad… sobre todo ahora que he conseguido salir de la espiral de rumiar el sufrimiento todo el tiempo y ser capaz de quitar el impacto emocional a todos mis recuerdos “dolorosos” y mirarlos con un poquito de humor.

También es cierto que empezamos a ver el cerebro por todos los sitios, empieza un dolor y yo siempre pienso… ¿éste será “justificado” o será otro error de evaluación…? Ante la duda, impongo racionalidad y sigo con los planes previstos…

Gracias, intentaré seguir también tu blog. Un saludo.

Cristina Arenaz

10:29 a. m.  

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